viernes, 22 de enero de 2010

Cristalino.

Pupilas contraídas por una luz que me ciega. Me ve desde atrás, proyecta la forma de mi cuerpo, quiere ser parte de mí. Las alas plegadas, que no cortadas. Cada parapadeo es una cascada. Mis ojos dicen basta, mi corazón se acompasa con Verve. Puedo sentir todos y cada uno de mis movimientos. Mi espalda soporta el peso de mi cabeza, y mi cabeza soporta el peso de las pestañas sobre el globo. Y resbala, no te creas que no. Se retuerce, una vuelta más, desenredón, duele. Una luz se apaga, me quema. El tacto es suave una vez más. Cada una de las prendas se desliza como una avalancha de nieve, no, es más bien como una ola al retroceder. ¿Por qué cojones me habré estado mordiendo el labio toda la tarde?¿y por qué sigo empapándomelo creyendo que así dejará de molestarme? Mañana estará, seguro, es como el padrastro que no desaparece por más quieras. Contracción, calambre, mala postura. Pies fríos. Metal, madera, tela.Plumas.Calor.Hambre. La pared tiene sus valles y montañas, los siento, conozco sus afluentes. El tiempo está encima, va siempre adelantado, no sé desde cuando. Es tarde. Ya llego, solo es estirar un poco el brazo. Blanco y frío, plástico. Click. Negro y cálido, no hay nada más, sólo yo. Sucesión de imágenes, pensamientos. Ha sido. Y con eso basta.






-Y pensar que todo esto es una fórmula matemática...