sábado, 2 de octubre de 2010

Procesos de desinhibición, felicidad, agotamiento y frustración.


Serotonina, endorfinas, risa. Cansancio físico.

Pérdida de la identidad en forma de tarjetas, aparentemente sin dinero en los bolsillos. Un huidizo billete de 5€ es descubierto. El ánimo se levanta. Pero el autobús desaparece por la recta. Sale desde la parada y se pierde en la nocturnidad que nos envuelve. El desánimo vuelve. ¿De qué sirve un cielo despejado si no se tiene con quién mirarlo? ¿Por qué volvería a buscar una aguja en el pajar, cuando muy posiblemente fue sustraída por el amigo de lo ajeno? ¿Cuál es la razón para que una cosa tan material me preocupe tanto?

Me mata este estúpido materialismo. Me mata la falta de atención que le pongo a las cosas. ¿Por qué algo tan sumamente material me provoca tal desazón?  ¿Soy acaso tan vago que me abruma el hecho de que tenga que volver a burocratizar todos los plásticos perdidos?

Espero mucho de tí querida REM.

El videojuego de la vida no permite salvar la partida en un punto seguro. No tienes Memory Card en la consola, o bien no quedan Slots libres donde puedas guardar y cargar de nuevo. Te queda sólamente una vida, que se acaba con el Game Over. Y no hay Continue a los 5 segundos.




Sé que todos hemos querido volver atrás 5 minutos en el tiempo. Pero el tiempo no atiende a razones lógicas. El simple hecho de que sea infinito, ya impide toda comunicación verbal.

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Mensaje de Borrador editado al día siguiente.



Pero a veces sucede un fallo en Matrix, y lo que aparentemente creías imposible se convierte en hecho.

En busca de la temporalidad de lo que acontecería, me es devuelta la identidad de plástico envuelta en su cuero maltrecho. Convaleciente pero VIVO. En VIVO.

Lo único que ha muerto realmente son las baterías de los móviles, y mi encuentro es fruto de la casualidad y la casuística. Pero no es el único. Hay otros muchos encuentros casuales entre semi-extraños-conocidos.

Vuelve una vez más la endorfina. Y volvemos a perdernos en el Bosque con el Bosque. Más POGOS.

Todo termina, y estoy satisfecho. Lo ha hecho como debería. La única secuela que me llevo después de todo esto no es digna de guión de cine. Una simple nariz irritada y mocosa, y una espalda que suena a requiem, y a poesía.