miércoles, 25 de mayo de 2011

"No me verás, soy un camaleón." J.



Todo a su alrededor le cautivaba. No había en el mundo cosa alguna que no le llamase la atención. Siempre existía al menos una razón para conmoverse, y no dejó que ninguna de ellas se le escapase.

Sin embargo ya tenía edad suficiente para que conocer los resquicios de la realidad envolvente.

De todos aquellos estímulos y pasiones tan sólo uno no lograría entender nunca.

Seguía siendo preso de su adicción al azul, y por mucho que intentase sustituir las sonrisas sabía que no lo conseguiría. No de este modo.

Había convertido el sueño de una noche de verano en su alegría del día a día, y detrás de aquella apariencia selvática se ocultaba la más bella presencia que conocía hasta el momento.

Habrá hoy muchos que tampoco se lo expliquen, y que me tomen de nuevo por loco. Están en su legítimo derecho. 

Tiempo, dicen que ha pasado mucho tiempo ya. Pero yo digo, hay sensaciones y sentimientos que sacrifican su temporalidad para perseguir el ideal eterno de belleza. Hay ideas que simplemente se dedican a vagar por nuestra mente, y que en el momento más inesperado te piden su limosna diaria.

Tengo la certeza de no haber pasado un sólo día sin que las mismas pasiones recurrentes me hicieran sacar una media sonrisa. Pero tampoco ha habido una estabilidad conforme. He tenido y tengo días.

No es "aislamiento voluntario", porque no se alimentó de la censura. El momento es de tomar decisiones, de lidiar con las luchas internas y de reflexionar sobre uno mismo. Él nunca negó la palabra a nadie, y así seguirá siendo. (Pudiendo darse la incomunicación mutua.) 

Ha dejado que el azar y la aleatoriedad de los encuentros hagan su papel en la selección natural. Ha dado pie a la evolución. 

Pero eso no se elije. Simplemente sucede. El individuo mejor adaptado sobrevive, y el más débil muere.

Decidió no intervenir de ninguna de las maneras, y no porque no lo desease, no. Lo ha hecho así porque lo ha considerado correcto. Aun conociendo el riesgo de los daños colaterales. Y otorgándose el beneficio de la duda. 

Para ganar hay que arriesgar. Pero por ahora no pasa del empate.

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"Se apoderó todo su ser de la misma manera en la que los zarcillos de una planta trepadora se enredan alrededor del tallo ajeno para alcanzar la luz. Ambos quisieron alcanzar la luz que les daba vida sin dañarse, pero les fue muy difícil establecer una relación de simbiosis aparente."


En algún momento de su paseo matutino comprendió que no encajaba en ese perfil, que no podría parecerse a nadie de su alrededor, que no conseguiría representar el papel estándar de compañero, y que no conseguiría ocultar nunca lo que sentía a quemarropa.

Supo enseguida que estaba rodeado de gente maravillosa, y por un momento, todo le pareció infinitamente importante. 

Él lo sabía.

Necesitaba encontrar algo que no dependía de ninguno de ellos. Ni siquiera él mismo era capaz de dárselo.

Y eso le hacía sentirse irremediablemente sólo.