miércoles, 7 de diciembre de 2011

Delete the lights.

Apagó la luz entornando la mirada.

Quería escribir su historia en las hojas que el otoño hacía caer pero sin que el invierno se diera cuenta. Intentaba mantener su sangre homeoterma lejos de aquel frío, pues las únicas letras que se graban de manera perenne en las páginas del libro de la vida  están en rojo. El mismo que te corrige y examina después de un examen de conciencia del  que sólo el ánimo de tu ánima puede determinar la calificación final. 

A veces respiraba demasiado rápido, como queriendo avivar la llama. Y aunque el oxígeno es necesario para vivir,  no debía permitir que le consumiera por completo, y mucho menos dejarse oxidar. 

A cada boca, y después, nada. No hay musa que le inspirase.

Toda su luz y calor pendía de un hilo, una mecha, de un mechón de pelo encendido. 

Tropezó con un pensamiento resoplado por la brisa matinal que hizo navegar sus Carabelas, descubriéndole un Nuevo Mundo con el que explorarse para conquistarla. Porque nada que se pueda llamar razonamiento desemboca en una idea preconcebida.

Sabía también que para querer bien hay que querer querer, que no es lo mismo que querer por querer, sino que implica querer al cuadrado. Nada de triángulos de amor bizarro hasta nueva orden.

Y entre victorias que olían a ganado encontraría la vacuna contra la locura por amor. 

Ciclos de pasión, percepción y aprendizaje continuado.

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Wilco debería de ser asignatura obligatoria en el colegio y materia de examen para Selectividad. 
Qué puta preciosidad de canción hecha cover.
JODER.